Ilustración de @adri.gimeno y @ezequieltejeroart
La vida empieza a fluir de nuevo.
Sin hacer ruido.
Pasiño a pasiño.
Es cierto eso de que ningún cambio interno llega de un día para otro.
Buscar la solución rápida, la clave, la pócima secreta.
Castigarme,
sentirme culpable por pensar que no avanzo,
que no veo resultados.
Resultados ahora.
YA.
Qué importante centrarme en el ya y en el ahora,
y qué descolocado y confuso el concepto de cuándo y cómo percibir
ese presente.
Estar presente, estar consciente.
¿Qué significa, realmente?
El aquí y el ahora.
Hic et nunc.
“No solo es importante aceptarte como eres. Es importante aceptarte como estás”.
Leí hoy.
“Ojo con obsesionarte con tu luz tanto que luego te cueste abrazarte cuando aparezca tu sombra”.
Leía hace un año y medio.
Hace un año y medio, en un momento de luz.
En un momento de luz muy intensa,
pero muy inconsciente.
Hoy, otro momento de luz que nada tiene que ver con aquel.
En el medio,
OSCURIDAD.
Mucha oscuridad.
Pero una oscuridad que los meses y el trabajo consciente,
me han hecho abrazar.
Por eso fue una oscuridad diferente.
(Qué hermoso ese “fue” inconsciente, en pasado).
Una oscuridad diferente porque fue una oscuridad a la que di cabida.
Por primera vez.
En 32 años de vida.
Una oscuridad a la que no cerré la puerta.
De la que no escapé.
A la que dejé entrar,
arrasando(me),
destruyendo(me),
inundando(me),
asustando(me).
Una oscuridad con la que me senté, en silencio, y en privado.
En dolor.
Una oscuridad a la que no callé.
Una oscuridad a la que di voz y le permití ser escuchada.
Gritar.
Susurrar.
Por primera vez.
Y se sintió arropada.
Por primera vez.
Y entendida.
Por primera vez.
Y en esas conversaciones con ella,
a veces las preguntas en sí mismas fueron suficiente.
Sin necesidad de respuestas.
A veces las respuestas llegaron con tan solo enunciar la pregunta.
A veces me di cuenta de que muchas preguntas, no me pertenecían.
No eran mías.
Y a veces alcanzar las respuestas supuso
-supone-
deshacerse y quedarse a cero,
vacía,
“rota”,
para volver a colocar las piezas.
Con consciencia.
Dolor.
Todo lo que rompe duele.
Todo lo que se rompe, me duele.
Todo lo que me rompe, duele.
Pero el dolor, es otra forma de energía.
Que existe, siempre,
aunque a veces me niegue a darle cabida.
Que se transforma, fluye, cambia,
y se regenera en algo nuevo.
“Felicidades por tu crisis”.
Le leí a Charuca.
No sé si lo entendía.
Pero lo entiendo.
Hoy, otro momento de luz que nada tiene que ver con aquel.
Que nada tiene que ver con aquel,
porque es una luz consciente.
Porque es una luz que está aprendiendo,
pasiño a pasiño,
a abrazar la sombra,
y así,
como por arte de magia,
la oscuridad abruma un poquito menos.
La oscuridad ya no soy yo,
la observo,
y aunque sé que está ahí,
no se traduce en ansiedad.
No se traduce en rechazo (hacia mí misma),
se convierte en mensajes.
Que me envío,
para ayudarme.
Para darme señales.
Para darme pistas.
Se convierte en piedrecitas en el camino,
que me ayudan a visualizarlo,
si les presto atención.
Si las escucho.
“I will never have
this version of me again
let me slow down
and be with her”
Escribió Rupi Kaur.
Le serví un té a Mara
Un té que duró muchos meses.
Infinitos meses.
Eternos meses.
Un té que compartimos en muchos escenarios diferentes.
Porque la vida sigue, aunque tú pares.
Y está bien.
La vida empieza a fluir de nuevo.
Sin hacer ruido.
Con consciencia.
Pasiño a pasiño.
Y yo,
despacio,
voy dejando piedrecitas tras mis pasos,
por si algún día,
me vuelvo a perder.
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